Además de las calderas de condensación, el modelo más utilizado en la actualidad, existen otros tipos de calderas que deberías conocer para poder comparar con el uso de tu nueva caldera.
Las calderas estancas son el siguiente modelo en la escala energética. Aunque también tienen un uso bastante eficaz de la energía, su consumo de gas es mayor que el de las calderas de condensación y, por eso, son menos recomendables.
Este tipo de calderas recibe este nombre porque la cámara donde se produce la combustión de los gases está sellada de forma hermética. De esta manera, se consigue aislar la caldera y evitar así la posibilidad de accidentes dentro de la casa, ya que no se puede filtrar en el caso de que exista una fuga. La conexión de las calderas estancas se produce a través de una serie de tubos que cuentan además con un ventilador que se encarga de la entrada de oxígeno, necesario en la combustión, y la salida de los gases que ya han sido quemados dentro de la caldera.
Un nivel por debajo en cuanto a eficacia energética, se pueden encontrar en el mercado las calderas atmosféricas.
Tal y como indica su nombre, este tipo de calderas toma el oxígeno necesario para la realización de la combustión de la sala en la que se encuentra ubicada la caldera. Al tratarse de calderas abiertas, existen muchas posibilidades de que puedan producirse fallos y, por tanto, suponen un riesgo alto para la salud, tanto por la emisión de gases como el CO2, como por la posibilidad de explosiones.
Hay que remarcar que desde el año 2013, con la entrada en vigor del Reglamento de Instalación Térmicas en Edificios (RITE), existe la prohibición de instalar este tipo de calderas, por lo que no deberías contar con ellas como opción si estás pensando en realizar un cambio o una nueva instalación.